domingo, 25 de octubre de 2009

trying to be sensible

La chica de los ojos vendados se subió al trapecio. El atardecer enmarcaba una imagen idílica llena de contradiciones. Podría haber sido filmado por cualquier realizador obsesionado con la fotografía y los instantes.
Ella se alimentaba de miradas, de guiños y sonrisas. Ella devoraba segundos de felicidad, los engullía, fotograma a fotograma, como si fueran piezas de un puzzle que nunca logrará acabar porque se ha hecho adicta a los infinitos.
Ha dejado de llover, aunque hay nubes en el horizonte el cielo parece en calma, y ahora la chica con los ojos despejados, se balancea mostrando sus habilidades como equilibrista.


lunes, 19 de octubre de 2009

Túmbate a mi lado


Entre las sábanas de mi cama no hay fantasmas sólo hay pequeñas e infinitas evocaciones de Brigitte Bardot y Michel Piccoli. Personajes mitológicos que Godard muestra interpretando su propia tragedia.

El genio de la Nouvelle Vague ha querido dejar estos personajes en el buzón que tengo en la puerta trasera de mi cueva. Junto con la morbosa pareja figura una nota que dice: "te ayudarán con el desasosiego y la nostalgia, con la melancolía, el dolor y el desprecio".

martes, 6 de octubre de 2009

Cuestiones de idiotismo esponjiforme

Nunca he ido a una cena de idiotas, quizá alguna vez me he sentido completamente idiota en una cena pero eso es otro asunto. Hoy se me ha quedado cara de imbécil, así soy, incontrolablemente crítica con mis sensaciones. No he necesitado sentarme delante de Perre Brochant y sus amigos para descubrir que soy muy vulnerable a las reacciones inesperadas.

Abro la ventana y dejo de pestañear unos segundos, a vista de los espías es una eternidad, el viento es casi imperceptible pero está ahi para apartarme el pelo de la cara y obligarme a cerrar levemente los ojos. Temo que alguien me acerque un espejo, no quiero verme en ese instante.

François Pignon no era idiota, pero le tomaron como tal porque pasó demasiados segundos con los ojos como platos.

viernes, 2 de octubre de 2009

Perderse por los tejados

Su temeridad nunca la llevó al extremo de subestimar el poder de una charla en un tejado de ciudad. La llamaron con los años "la gata sobre el tejado" ( hecha de zinc y siempre caliente). Sigilosa depredadora de mentes alteradas por una realidad desquiciante, desequilibrados espíritus inquietos empeñados en afanar la luna.
Botella de vino blanco, cielo azuloscurocasinegro, y una de esas conversaciones que no entienden de finales de vértigo. "La gata" comprendió que sus víctimas eran impredencibles y guardó sus uñas para no precipitarse.


Detrás del primer paso llega el segundo pero hay gente que vuela sin necesidad del primer impulso, volemos.