sábado, 21 de noviembre de 2009

Introspectiva

Ganas de vomitar, de vomitarlo todo. Como quien desata un nudo tras pasarse horas demostrando habilidades. Contenida y conteniéndome, no hay viento suficiente para librarme de mis ganas de expulsarlo de todo. Ansias de pegarle patadas a ese conjunto que forma el mundo y sus hirientes circunstancias.

La felicidad es más de lo que tengo y menos de lo que sueño, pero prefiero huir con Morfeo si es capaz de suministrarme morfina.

El juego era arriesgado, como el de Nola y Chris jugando al ping-pong en la pomposa mansión inglesa de Match Point. Y desconozco el final de esta partida, ni siquiera sé si permitiría que fuera infinita.

Esperar y desear, un binomio que controla mis ritmos e impone melodías que basculan entre lo complejo y lo simple a una velocidad apabullante.

Silencio.








"Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente..."
(Gerardo Diego)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Batiéndose en duelo

Duelo entre dama y caballero. Un desafío. Hablamos del reto intenso, cargado de símbolos y verdades.

No existe el miedo cuando alcanzas la última curva de la carretera, no existe porque ya no tiene sentido. Como no tenía sentido para Chow Mo Wan esperar al amor verdadero en su habitación 2046.

Hoy he vuelto a recordar porque me gusta tanto Wong Kar Wai. Volvía en un tren, venía de ninguna parte y me dirigía a ningún lugar. Pude cruzar la vista con muchos de mis acompañantes y note que se mantenían con los ojos abiertos gracias a la inercia absurda que nos disfraza con los atuendos de la vida; pero en realidad estaban muertos, incapaces de salir de su tonalidad de grises. Mi propio reflejo no se veía con claridad, culpa de mis lágrimas y la poca luz de los túneles. Creo que mi sensación en aquel vagón se asemejaba a los viajes de los amantes que huían a 2046, en busca de una realidad paralela donde cobijarse del paisaje helado de sus presentes.

Pasó una eternidad, y el final del viaje me devolvió a esa vida que había dejado aparcada durante mi viaje. Nada había cambiado, el duelo estaba a punto de celebrarse en algún rincón de mi mente. Espada en mano, la dama mira a los ojos al caballero, está lista para el desafío y no teme a la última curva de los cuentos de miedo.