Soplaba poniente en el mirador y los cigarrillos compulsivos eran el único placebo que llevarse a la boca. Hacía 1001 noches que en aquel lugar, bajo el mismo viento, se habían comido a besos.
A Malena le temblaban las manos como a Norma Jean.
Diez libros de poesía y tres de prosa, entre sus manos un cuaderno en blanco. Reconocía el miedo a las posibles palabras, sola ante el peligro de hacer eternos los volátiles pensamientos.
En el viejo tocadiscos de la casa de la playa: "Don't let the sun catch you crying" del maestro Ray Charles, y un dry martini sostenido por finas uñas rojas. Hace tiempo que no toca el piano y casi se ha olvidado de su voz cantando soul.