domingo, 19 de diciembre de 2010

Sin retórica

Jugueteando con una pluma se empeñaba en disimular el temblor de sus manos. Podía oír a la gente desde la parte de atrás del escenario, los murmullos, las risas, la impaciencia de quien espera sensaciones fuertes y se niega a demorarlas más.
Vestido negro, moño años 50, y un remolino de locura desde los pies hasta las uñas rojas de sus manos.

Los aplausos tras oír su nombre antecedían el esperado momento, ella salió y sonriendo, paso lento, observándolo todo, se acercó al atril y posó los papeles que contenían las palabras precisas.

Se despertó aturdida, tapándose del sol que entraba impertinente por la ventana. Aun podía escuchar los aplausos dentro de su cabeza, pero lamentó no llevar puesto aquel maravilloso vestido negro.

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Regálame minutos de silencio,
concédeme un discurso sin aplausos.