jueves, 1 de julio de 2010

mirando fijamente

Torció el gesto exactamente tres veces, las suficientes para que ella se pusiera las gafas de sol y prefiriera obviar la discusión. La mujer que ahora escondía las lágrimas había insistido mucho un año antes para que se compraran aquel descapotable rojo. Hoy, lo aborrecía, quizá porque soñaba cada noche con todas las faldas que él habría subido en el asiento trasero del deseado Mustang.

Dos cinzano rosso parecían marchitarse en la pequeña mesita orientada a la playa, al igual que el atardecer las bebidas se tornaban espesas y solitarias.


Ella condujo la segunda parte del viaje, él puso la canción que en otras largas noches intimidó a la luna. No se echaron de menos las palabras, iban hacia aquella playa y siempre habría tiempo para otros dos vermouth, del color que fueran. Entonces, él acarició su pierna y ella le cogió la mano.








3 comentarios:

  1. Me encanta este estilo narrativo; se asemeja mucho al de un escritor que me gusta mucho.

    un abrazo

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  2. Gracias Rai. ¿¿A qué escritor se asemeja??

    un abrazo desde Casablanca.

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  3. Mucho a Kundera (que sabes que me encanta), entremezclado con McEwan (que me gusta menos).

    un abrazo

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